Mariscos Gilmar abrió sus puertas en Vilanova de Arousa en mayo de 1998. Han pasado 25 años, pues, desde que Antonio Gil Mouriño y Rosario Chaves Otero decidieron poner en marcha un negocio que nacía con un objetivo bien definido: distribuir pulpo crudo a los restaurantes de toda la zona y a establecimientos gallegos afincados en Madrid. Ese fue el primer camino emprendido por esta firma arousana, que pronto vio cómo las cosas cambiaban: el mercado, las necesidades de sus clientes… Afortunadamente, los responsables de esta firma demostraron tener cintura para adaptarse a las exigencias de los tiempos, y llegado el momento, no dudaron en adentrase «en la elaboración de pulpo cocido como producto exclusivo y estrella, diferenciándose por la garantía de la calidad del producto final».
Ahora, la segunda generación de la familia se ha incorporado a una empresa que, haciendo de la adaptación a los tiempos una virtud, ha logrado seguir creciendo. Porque llegó un momento en el que fue necesario buscar nuevos mercados, internacionalizar la oferta, y eso hicieron. En estos momentos, señalan con humor desde la firma, «los tentáculos de Mariscos Gilmar, se extienden en más de una veintena de países del mundo». Sus productos se consumen en Portugal, Francia, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Croacia, Polonia, Italia, Grecia, Malasia, Dubái, Singapur, Hong Kong, Macao, Australia, Estados Unidos, República Dominicana, Costa Rica…
Reconocen desde la firma que este crecimiento no hubiese sido posible «sin el buen hacer y la experiencia de su gran equipo humano». Y, por supuesto, a la «lealtad y profesionalidad de sus clientes».
Ahora, cuando cumplen los 25 años, Gilmar sigue trabajando «con ilusión» en sus nuevos retos: quieren ampliar sus instalaciones, incrementar plantilla y conseguir los más altos estándares de calidad. «Gilmar avanza con paso seguro en un mercado global en cambio continuo, con todo el empeño y esfuerzo en adaptarse al mismo», pero sin perder de vista sus palabras clave: calidad, servicio, tradición y familia.